Daniel Arias
Es curioso cómo la historia se repite (más a menudo de lo que pensamos) vestida de nuevos términos y escondida detrás de lo que llamamos "tendencias y comportamientos". Desde los oscuros inicios de los tiempos que la historia actual incluye en la cronología de la civilización, los hombres realizaban trabajos propios de su ocupación, oficio o profesión para otros, que les requerían para tareas determinadas, obteniendo una retribución en dinero, especie o sal (de ahí la palabra salario), en función del resultado obtenido. Los agricultores y artesanos desde las primeras civilizaciones hasta bien entrado el siglo XIX (y en muchos lugares el XX), pasando por la penumbrosa Edad Media, han trabajado con esas condiciones tan sencillas.
Ahora, en el Siglo XXI, a esa manera de trabajar le damos un nombre nuevo (y en inglés claro, que suena más cool), nada más y nada menos que Freelance. Esto quiere decir que Arquímedes, Virgilio o Leonardo Da Vinci, entre otros, fueron Freelancers. En realidad, salvo la nobleza, los siervos de la iglesia y poco más, todo el mundo lo era.
En la Universidad, enseñamos a los estudiantes de Economía, Dirección de Empresas y similares lo que es una organización. Para ello empezamos definiendo a las organizaciones como sistemas sociales diseñados para lograr metas y objetivos por medio de los recursos humanos o de la gestión del talento humano y de otro tipo. El problema es que esto empieza a no ser tan cierto. Las organizaciones (entre las cuales se encuentran las empresas) tienden a sustituir mano de obra por tecnología y la gestión del talento humano lleva ya tiempo viendo como reduce su importancia en función a la gestión de la tecnología (la cual por cierto también enseñamos en la Universidad). Esto hace que cada vez sea más difícil para las personas competir con la tecnología y además, como una máquina no va al baño, ni se queda embarazada, ni llega tarde, ni se pone de huelga, ni protesta, pues la verdad es que competir con ellas empieza a ser cada vez más complicado.
Por equilibrio económico básico, las empresas sólo te contratarán si no existe una tecnología (aún) que pueda realizar tu trabajo. En época de crisis, este efecto se acrecienta, no tanto porque la tecnología avance más rápido sino porque el caldo de cultivo es perfecto para "aligerar la organización". Aquí es donde los Freelancers resurgen no tanto como una opción de empleo sino como una necesidad. El empleo de por vida (al igual que el matrimonio para toda la vida) está en crisis profunda. La vieja frase de "a ver cuando se coloca mi hijo en una buena empresa y, de paso, se va de casa" ya se encuentra en el cementerio de las frases y palabras olvidadas como "acetato", "chachi piruli", "¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este?" o "¿Estudias o trabajas?" (Esta última puede llegar a ser incluso ofensiva en los tiempos que corren).
El Empleo 1.0 es un bien escaso y por lo tanto cada vez más caro de conseguir, por lo que se ve reemplazado por el Empleo 2.0 en el que el trabajador paga por obtenerlo. El Freelancer por definición es autónomo y ser autónomo tiene unos gastos (ese es el precio a pagar). La organización empieza a dejar de ser un sistema social para ser un sistema tecnológico, y ya el bienestar de sus empleados va dejando de ser una prioridad. Habrá que acostumbrarse a esta nueva realidad y para ello el espíritu emprendedor tiene mucho que ver ya que la frase "buscar empleo" se transformará en "crear mi propio empleo".
Por mi experiencia docente universitaria, me temo que el paso del Empleo 1.0 al 2.0 no va a estar exento de ciertos niveles de dramatismo. El 65% de los estudiantes universitarios norteamericanos estudian la creación de su propia empresa frente al 3% de los españoles. Y esto da un poco de "miedito" frente a lo que se avecina.
Para terminar, dos citas, una de hace 1600 años más o menos y otra más reciente para que veamos, que tampoco han cambiado las cosas tanto...
"Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti."
San Agustín (354-430) Obispo y filósofo.
"Una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres corrientes. Pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario."
Elbert Hubbard (1856-1915) Ensayista estadounidense
Con esta nota se despide nuestro invitado especial quien visitó la Universidad del Caribe un mes, Daniel Arias de la Universidad de Granada en España, a quien cedimos en dos ocasiones este espacio para que nuestros lectores descansaran de nosotros y disfrutaran de sus amenas ideas. En colaboración con Christine Mc Coy y Miguel Olivares.
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